Los años ochenta fueron una década de Hard times, algo más que una canción de Human League y el nombre de un popular club nocturno de Londres, unos “tiempos duros” para muchos, pues el dinero, como cantaba Mick Huncknall, era “demasiado escaso para mencionarlo”. Arrancaba la era Thatcher y reagan, y las clases trabajadoras pasaban estrecheces. La moda de la calle, nacida de la imaginación de estudiantes de moda sin dinero y de algunos músicos ingeniosos, se adoptó como uniforme de los modernos. Aquellos que podían permitirse las creaciones de divos como Versace, Féraud, Claude o Chanel eran ricos, pero nadie envidiaba su estilo. Hasta que diseñadores avispados como Jean Paul Gaultier captaron las inquietudes de la calle y las adaptaron, la ropa de diseño siguió siendo una entidad separada. A mediados de la década las cosas mejoraron. Las capitales financieras del mundo experimentaron un auge, y se desató el interés por los zapatos, los bolsos, y la joyería de diseño: había nacido la marca. Nueva York se convirtió en la meca de la moda. Calvin Klein, Donna Karan y Ralph Lauren eran los grandes nombres.
Tendencias del traje sastre
El traje sastre y la ropa masculina despegaron como una importante tendencia inspirada en el personaje de Annie Hall. Las mujeres de aspecto andrógino, originaron un nuevo estilo, clásico y llevable. Influencias de la ropa masculina. A principios de la década, los pantalones habían tocado fondo. Estrechados hasta el absurdo por los punks, y elevados al no va más del estilo con “le smoking”, el esmoquin de Yves Saint Laurent, a los diseñadores no les quedó otra opción que concentrarse en la chaqueta. Llevada por una mujer, la forma de la chaqueta masculina le confería un aire firme y enérgico. Las hombreras añadidas a finales de los años setenta por Perry Ellis, Thierry Mugler y Karl Lagerfeld hicieron de la chaqueta de líneas cuadradas de la figura protagonista de los ochenta.
Influencias masculinas de los años ochenta:
-chaquetas estilo masculino extragrandes, cruzadas o sin cruzar.
-cuadros, cuadros escoceses y tweeds.
-cinturas ligeramente entalladas y pantalones fruncidos por arriba.
-zapatos tipo brogue o Dr. Martens planos con cordones.
-chaquetas estilo blusón en tweed o lana.
-camisas de hombre de algodón, a rayas o a cuadros, en los tradicionales colores pálidos.
-boinas o gorras planas, tirantes y gemelos.
-corbatas largas, anchas o estrechas.
Moda body-conscious
La moda que se adaptaba al cuerpo entró en escena hacia final de los años ochenta, cuando la mayoría de las mujeres se cansó de la imagen andrógina y de los estilos sobredimensionados que se llevaban en la primera mitad de la década. La irrupción en el mercado de tejidos elásticos de lana, punto, dril de algodón, terciopelo y denim, animó a los diseñadores a crear prendas ajustadas y sexy con los nuevos materiales. Al final de la década, Jean Paul Gaultier vistió a sus modelos con ceñidos corpiños y sujetadores de cono, y el corsé dejó de ser ropa interior para convertirse en una prenda exterior. Gracias sobre todo al desarrollo de la lycra, y a su uso generalizado como tejido para todo tipo de prendas, y no sólo para lencería o trajes de baño, aparecieron muchas formas nuevas en la moda de la década. Una imagen habitual de los años ochenta era la de las modelos luciendo minivestidos negros de lycra, con detalles blancos de tela, cinturón de piel, pelo liso peinado hacia atrás y labios pintados de rojo.
En la calle
La ropa de calle adquirió nuevas dimensiones cuando diseñadores al margen de la alta costura y de la moda elitista crearon estilos bohemios y superactuales, alimentados por la política y el entusiasmo. En Londres, la moda de la calle se inspiró en las discotecas y la vida nocturna; en Nueva York tuvo sus raíces en diferentes movimientos, desde el hip hop y la música étnica al punk rock y el pop art. La moda de la calle era complicada, por lo que resultaba difícil comprar ropa que no fuese de confección. Entre los diseñadores británicos de éxito que pasaron de diseñar moda para la calle a vender sus modelos e incluso colecciones completas a boutiques, figuran, entra otros, Bodymap, Wendy Dagworthy, Rachel Auburn y Dexter Wong. Otras tendencias de la calle eran la rockabilly, la ragamuffin y la gótica, pero se trataba de estilos creados por chavales en su casa o por estilistas de grupos de rock y nunca llegaban a las boutiques de moda.
Colores y estampados
El color se puso de moda: imperaban los colores brillantes, audaces tonos monocordes, estampados vividos, topos y rayas. Los diseñadores enloquecieron con los tejidos. Las colecciones eran dictadas por los tejidos, y los estilos les seguían los pasos. Colores atrevidos En los albores de la década, el rosa fucsia se situó en la vanguardia de la moda. Las casas de moda italianas de Milán adoraban el color, en concreto Versace y Missoni, gurú de las prendas de punto. En 1982, espirales de color azul real, rojo y dorado adornaban un canesú sexy, mientras rayas de chifón azul y negro con una arista roja daban forma al delantero acuchillado de una falda. Los colores primarios se convirtieron en elementos clave para muchos diseñadores.
Colores neutros y simplicidad
El antídoto contra tanto colorido y un estilo abiertamente femenino lo trajeron los japoneses, en especial Iseey Miyake, Rei Kawakubo y Yohji Yamamoto. Yamamoto puso de moda el jersey de cuello alto de color negro en 1986, combinándolo con medias negras, botas y sencillos abrigos de lana. Issey Miyake se concentraba en sedas plisadas de colores neutros creando formas tubulares. En 1985 produjo el famoso canesú de bambú que formaba parte de su exposición en el Victoria and Albert Museum de Londres. Fibras y tejidos Nunca antes en la historia de la moda habían competido tantos tejidos por acaparar la atención. El post punk, el cuero y los cuadros escoceses se adaptaron a los estilos dominates, y muchos diseñadores intentaron hacer lo mismo con el denim. Las prendas strech, resultado del progreso de la lycra y de la tendencia pasajera de la ropa de baile, tuvieron un enorme impacto, lo mismo que las prendas deportivas de punto, pero las texturas denim, la piel, la seda y el tweed no quedaron desbancadas.
Texturas
La seda fue uno de los tejidos más bellos y más usados en la época, que Katharine Hamnett eligió para su colección de 1984 en vivos rojos, verdes y amarillos, para chalecos sencillos, pantalones de paracaidista o vestidos sin mangas extragrandes, a juego con guardapolvos. Los cuadros escoceses estuvieron presentes en los diseños de Vivienne Westwood y Betty Jackson, que “progresaban” desde las influencias punk hacia tejidos más favorecedores.
La vanguardia
Si la “vuelta a la naturaleza” fue el tema de la moda en los años setenta, “hacia el futuro” fue el espíritu que en la década siguiente, formas estrafalarias, aspecto heterosexual, rarezas y tejidos esculpidos fueron los ingredientes de la nueva vanguardia. Mientras los artistas buscaban en la moda un vehículo de expresión, los diseñadores se inspiraban en el arte. En la moda, la vanguardia existió en dos niveles. En la calle, los nuevos románticos pasaron la primera parte de la década vestidos con algo parecido a un sudario de color negro, llevando la cabeza totalmente rapada y tal vez empolvada de blanco, y una ceja pintada de color púrpura. Vestir de forma extremada era una vía de autoexpresión, aunque no a todo el mundo le sentaba bien; de ahí que las piezas de coleccionista fueran creadas por diseñadores japoneses o británicos que reconocieron la necesidad de la mujer no sólo de cubrirse, sino de lucir la ropa.
buena info, solo que contiene bastantes faltas de ortografía sin embargo me ayudo mucho para una tarea de investigación, gracias :D
ResponderEliminarme hubiera gustado que incluyeràn imagenes, pero igual gracias por la informaciòn, estoy haciendo un trabajo de investigaciòn
ResponderEliminarme hubiera gustado que incluyeràn imagenes, pero igual gracias por la informaciòn, estoy haciendo un trabajo de investigaciòn
ResponderEliminarno tiene fuentes bibliográficas:(
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